Review – Transformers: Rise of the Dark Spark

Dentro de esta escasez, pocos productos sobreviven a la extinción, mismos que se mantienen a salvo gracias a colgarse de películas millonarias, que a la vez forman parte de un plan integral de mercadotecnia. Transformers: Rise of the Dark Spark es uno de ellos y en cuestión de entretenimiento, sorprende por su medianía y la lucha constante entre sus elementos decentes contra los terribles que se presentan durante el videojuego.

Para poner un poco en contexto, la historia de Rise of the Dark Spark es una mezcla extraña entre el universo de los videojuegos, la caricaturas (en general) y la última película. Los sucesos de la trama ocurren antes del juego Fall of Cybertron y paralelamente a los del filme Age of Extinction. Aunque suena bien en concepto, la manera de explorar la narrativa se ejecuta atrozmente al combinar las campañas de los Autobots contra los Decepticons en una misma línea continua que nos pone en el papel de héroes y villanos sin previo aviso o explicación. A través de las 14 misiones que conforman la historia saltaremos de un bando a otro en lo que el estudio norteamericano Edge of Reality llama “libertad de elegir si proteger la Tierra o destruirla”.

A diferencia de títulos con mecánicas similares donde podemos escoger entre seguir la historia de los protagonistas o los adversarios por separado, o juegos de mundo abierto donde la narrativa varía de acuerdo a nuestras acciones, aquí brincaremos de un bando a otro perdiendo la noción de qué estamos haciendo o de qué lado estamos conforme avanzamos en la campaña.

La historia gira alrededor de una reliquia de Cybertron llamada Dark Spark, un mecanismo que funge como la antítesis del Matrix of Leadership que posee Optimus Prime. La Dark Spark ofrece poderes absolutos para manipular el espacio y el tiempo a quien la posea, y al caer en las manos de los Decepticons comienza una trama que cada vez luce más borrosa y confusa conforme se avanza en la intrincada historia, que a ratos se torna hueca e insípida debido a las pobres actuaciones de voz y los intentos mediocres de narración cinematográfica.

Afortunadamente, la trama puede hasta cierto punto dejarse a un lado si se enfoca la atención en la capacidad de controlar a nuestros robots favoritos mientras tenemos a nuestra disposición decenas de armas que sí tienen un efecto evidente en el gameplay. Al ser un juego de acción y disparos, Transformers: Rise of the Dark Spark nos ofrece una gran variedad de armas y accesorios que se acomodarán a nuestro estilo de juego y variarán de un jugador a otro. Pistolas de plasma, rayos teledirigidos, escopetas con balas explosivas, munición magnética y muchas opciones más se irán desbloqueando conforme avancemos en el juego.

Uno de los elementos que destacan es el cambio dinámico entre el combate terrestre y el aéreo.

Además encontraremos cajas llenas de nuevo equipo nos esperarán mientras vayamos subiendo de nivel; de este modo, podremos incrementar nuestros escudos, aumentar el poder de nuestros ataques, evadir ofensivas y recuperar nuestra salud más rápido. Toda esta variedad en las armas sí se agradece, aunque no sorprende ni llega al nivel de otros juegos con super producciones y personalización profunda.

Uno de los elementos que destacan es el cambio dinámico entre el combate terrestre y el aéreo, mismo que ocurre con los Transfomers voladores que en cuestión de segundos podrán pasar de disparar a Insecticons bajo la tierra para despegar y enfrentarse a jefes en ambientes apocalípticos posmodernos con música dubstep de fondo. Los cambios se sienten bastante fluidos y ofrecen una experiencia como pocas en juegos de licencia.

El modo en línea disponible en todas las consolas –excepto Wii U y Nintendo 3DS– es la mejor opción si de entretenimiento se trata. Si de todas maneras es difícil seguir la historia en el modo campaña, lo mejor es entrar al sistema Escalation que Edge of Reality preparó para nosotros. Aunque la infraestructura y las posibilidades de multijugador no son tan profundas como en títulos más robustos como Titanfall, el modo Escalation nos ofrece la oportunidad de unirnos a otros tres jugadores para combatir 15 oleadas de enemigos que se van haciendo más fuertes conforme se avanza. Aparte, elementos tácticos como el emplazamiento y la mejora de armas y trampas le dará un efecto de juego de rol que nos mantendrá entretenidos por largos ratos, recordándonos al modo Horda de Gears of War.

Tristemente, el uso de Unreal Engine 3 sumado a una pobre programación de texturas hace del juego algo doloroso para la vista. Con un motor gráfico que ya va para la década de antigüedad, y texturas que literalmente tardan segundos en mostrarse al 100%, tendremos bastantes decepciones al entrar a un nuevo nivel o cargar un archivo de guardado. Las pantallas de carga son excesivamente largas y una vez dentro seguiremos viendo cómo las texturas se van cargando en las paredes y demás superficies, lo que romperá totalmente con la fluidez de la experiencia de juego y nos alienará de los demás elementos del gameplay. Además, siendo un juego de vehículos que se transforman, es bastante decepcionante experimentar el terrible manejo de los automóviles, mismos que se sienten como cajas cuya física no tiene sentido. No existirá la sensación de velocidad y realmente no habrá gran diferencia entre correr con el personaje en sus dos piernas o conducir sobre la misma área.

El poder de la nueva generación es absolutamente invisible en este título, y pasa sin pena ni gloria en un contexto de la industria donde el estudio lo pudo haberlo hecho mucho mejor. La personalización de las armas, la fluidez al cambiar entre el dinámico combate aéreo y el terrestre y el modo Escalation salvan a este juego de ser un absoluto desastre. Se extrañan los juegos de licencias, y Transformers: Rise of the Dark Spark muestra el promedio de lo que veíamos hace diez años sin sobresalir por nada especial.